
La práctica del tai chi te enseña a estar relajado en lo cotidiano, a estar atento a lo que está ocurriendo en tu interior y en tu entorno. Ese modo de vivir, te ayuda a armonizarte contigo mismo y con el mundo exterior. Cuando solo ves las cosas de una manera te pierdes otras posibilidades que pueden ser mejores para ti. Con la práctica del tai-chi desarrollas una actitud de apertura mental, es decir, que te facilita adaptarte a los cambios de tu vida, aceptándolos desde un estado de atención y la serenidad.
El agua del río nunca asciende la montaña, de modo fluido busca el camino más natural y se dirige ladera abajo para fundirse con el mar. El tai chi te enseña a conocerte mejor, a liberarte de las corazas y las resistencias que te pones para huir inconscientemente de tu realidad. Son capas de miedos y de incertidumbre que se enquistan en tu sistema bio-energético y se reflejan en tu cuerpo y en tu manera de ver las cosas. Para conectar con quién eres, pregúntate desde un estado de apertura y sin buscar una respuesta racional o lógica: ¿quién soy yo? Cuando profundizas en la práctica, el tai chi se transforma de un modo espontáneo una meditación. Entonces, se integran de manera equilibrada y sin esfuerzo innecesario la respiración, el movimiento y una actitud mental que te conecta con un estado de alegría interior y de paz.
El tai-chi también puede practicarse como un arte marcial interno, pues los movimientos tienen una aplicación para la defensa personal. En mi caso, me he centrado más en el aspecto terapéutico y meditativo del tai-chi. Hay otro aspecto que merece una especial atención: el tai chi es un Arte. Con práctica y perseverancia, llega un momento en que uno se encuentra con una gran belleza mientras realiza los movimientos y, de la serenidad, surge un sentimiento de unidad que abarca el universo entero. El tai chi es como la Escultura. Uno mismo se va tallando, liberándose de aquello que no es realmente útil para que se exprese lo auténtico que todos llevamos dentro. El tai chi es como la Pintura: Los movimientos están en el lienzo del espacio y del aire. Es como si el cuadro ya estuviera pintado y sólo espera que te sueltes, que dejes que el pincel vaya donde tenga que ir, y de repente, todo surge sin esfuerzo. Y en medio de un océano de gozo inconmensurable estás tu. Y a la vez, tienes la sensación de diluirte, de fundirte en sus acogedoras aguas vibrantes, al igual que se disuelve la sal en el océano.
Aquello que quieres conseguir, créalo en ti primero. Durante la práctica de tai-chi, utilizamos la técnica de la sonrisa interior, que consiste en mantener una actitud positiva de alegría que resuena en todo nuestro ser. Si quieres que tu entorno sea amoroso y sereno comienza por desarrollar amor y serenidad en tu interior. Lo que está fuera está dentro. En un nivel sutil, tu realidad es un reflejo de tu interior.
El tai-chi te enseña a tomarte las cosas con calma. La paciencia es la ciencia de la paz. Aprender los movimientos de tai-chi ayuda a liberar la impaciencia y la ansiedad, a vivir el momento presente con plenitud. Lo realmente importante no es la meta sino el proceso que estás viviendo ahora, disfrútalo.
El tai-chi te recuerda cómo es tu respiración natural. La respiración natural surge cuando estás atento al proceso respiratorio. Cuando observas tu respiración con una atención sin expectativas, observas que, poco a poco, se van disolviendo las capas de tensión. Y entonces te das cuenta de que para relajarte no tienes que hacer nada. Tan solo permanecer atento y presente, en un estado de apertura mental. Sé como un gato al acecho de un ratón, relajado mientras espera su oportunidad.
No te tomes la práctica de tai-chi demasiado en serio, al igual que la vida. Aprende a vivir en sintonía con tu niño interior, sorprendiéndote, aprendiendo con curiosidad, disfrutando de cada instante con plenitud. Aprende a observarlo todo con ojos nuevos llenos de júbilo, rebosantes de energía. Si eres demasiado solemne, pierdes espontaneidad y te tensas. La tensión bloquea el flujo de energía y la naturaleza de la energía es el movimiento continuo, la fluidez necesaria para adaptarte a los cambios de la vida. Para terminar voy a contarte un secreto: en un nivel profundo de tu ser, ya sabes todo lo que la práctica del tai-chi puede hacerte recordar.
Los movimientos de tai chi se aprenden por imitación y siguiendo las indicaciones del profesor. Una vez que memorizas cada movimiento, aprendes a sentirlos con más sutileza, a integrarlos en tu manera de expresarte. El movimiento externo de la forma de tai-chi es un espejo de tu interior, de manera que al armonizar el movimiento externo también se armonizan tu mente y tus emociones. Al practicar, se busca el equilibrio entre el sentimiento y la razón. Hay tantos estilos de tai chi como practicantes, y cada uno debe practicar sin compararse con los demás. Solo así, puede llegar a ser auténtico y expresar su esencia. Debemos respetar la evolución de cada practicante, sin comparaciones, pues siempre habrá alguien que aparentemente realice la forma de tai chi mejor o peor que tu técnicamente hablando. Pero quién puede juzgar el aspecto interno, el aspecto meditativo, la sensación de calma y paz, de bienestar interno, de estar viviendo y disfrutando de cada instante. Si la belleza y la unidad en tu interior, entonces estás en el camino correcto. Es cierto que la técnica es importante para asentar las bases de una práctica correcta, pero también es importante, llegado el momento, abandonar la técnica, en el sentido de dejar que surja el movimiento desde dentro, dejar que se exprese el sentimiento desde el corazón. Por eso, el tai chi es un arte.
Muchas gracias por tu serena atención.
Javier Colmenar